Si en algún momento van a Berna, y fundamentalmente si van con jovenes, es obligación asomarse al Parque de los osos y hacerse unos selfis con Einstein. Y pasarse por el Museo de Historia Natural para saludar a Barry.
De la misma manera que el San Bernardo es el ejemplo más popular de perro de salvamento de alta montaña, Barry es el epítome de los San Bernardos rescatadores. Sobre él se han escrito libros, se han filmado películas (bueno, y cosas con fachada de película), y hasta tiene su propia tumba monumental en el Cementerio de Animales de París. Su popularidad llegó hasta tal radical que en muchas zonas de habla alemana todavía se utiliza la expresión “Barry hunde”, “perros Barry”, para referirse a los San Bernardos generalmente. Y hasta la entidad que se ocupa en la actualidad del precaución de los perros del Hospicio del Enorme San Bernardo se denomina Fundación Barry, y su museo “Barryland“.
Y claro, además tiene una exposición persistente en el Museo de Historia Natural de Berna, presidida por el mismísimo Barry (sí, la tumba de París está vacía; ya les contaré).
Aparte del pobre Barry disecado, la exposición tiene cuadros sobre la historia/leyenda de Barry y las de los perros del Enorme San Bernardo (que además tienen su buen porcentaje de contenido legendario), imágenes, elementos atrayentes y también un enorme panel amigable en el que los jovenes tienen la posibilidad de llamar a Barry para que acuda al salve.
Barry acudiendo a la llamada de los jovenes.
Y ahí es donde ustedes, que naturalmente están apasionados en la ciencia (por eso han entrado en la página web de Naukas), tienen la posibilidad de dejar a los jovenes llamando a gritos a Barry y ofrecer la vuelta al panel. Porque justo detrás se van a hallar con este vídeo:
La evolución natural es complicado de documentar por causas obvias: los largos ciclos de tiempo que acarrea, lo fragmentario del registro fósil… Y tampoco se puede decir que la evolución artificial, la que hay que a la presión selectiva humana, cuente con una cantidad enorme de fuentes: la domesticación de plantas y animales empezó en la mayor parte de las situaciones bastante antes de que nadie se tomase la molestia de llevar un registro detallado de los cambios morfológicos (de hecho, bastante antes de que se inventase la forma de realizar ese registro o algún otro, oséa, la escritura), y en todo caso tampoco había bastante interés en guardar esa información. Pudimos localizar a los ancestros silvestres de la mayor parte de las especies recientes, y hay algunos testimonios gráficos de su apariencia de hace algunos siglos, pero verdaderamente no hay muchísimo más hasta épocas muy recientes.
Pero la aparición de conceptos como el de “raza” o la preocupación por la “pura sangre” vinieron a cambiar las cosas. Entre otras cosas, en relación a la cría de perros.
En 1883 se desarrolló la “Schweizerische Kynologische Gesellschaft“, la Sociedad Cinológica Suiza, que pocos meses luego comenzó a administrar el “Libro de Origenes Suizo“, oséa, el registro de los perros de raza nacidos en Suiza. Algo que a los que no conozcan el mundillo de la cría de perros puede escucharse extraño, pero que de todos modos era y todavía es una de las funcionalidades primordiales de esta clase de asociaciones, introduciendo desde luego a la Real Sociedad Canina de España.
Como dice el Reglamento del Libro español,
El Libro de Orígenes Español (L.O.E.) es un registro propiedad de la R.S.C.E. en el que tienen la posibilidad de estar inscritos los perros de pura raza, lo que posibilita la oportunidad de comprender los orígenes de un perro, sus antecesores y descendientes, las recompensas conseguidas, y otros datos de interés, como tienen la posibilidad de ser el sexo y los canes, color, diversidad, nombre, fecha de nacimiento, criador, dueño y camadas atribuidas.
La información que tienen dentro estos libros es evidentemente muy importante, debido a que facilita reconstruir genealogías terminadas (los conocidos “pedigrís“). Genealogías que, en la situacion suizo, comenzaron exactamente con los San Bernardos: los primeros perros inscritos en el Libro suizo habían pertenecido a esa raza. De hecho su popularidad en aquella etapa se encontraba en apogeo, debido a que en 1884 se fundó el Club Suizo del San Bernardo (denominado en la actualidad “BarrySwiss“; jamás lo hubieran soñado, ¿eh?) y se comenzó a laborar en su nivel, que fue proclamado oficial a nivel en todo el mundo en 1887.
El nivel de hoy del San Bernardo (que no es igual al de 1887, pero sí muy parecido). Puede consultarse en la página web de la Federación Cinológica En todo el mundo o en la del Club Español del Perro San Bernardo.
Y que es otro de los elementos fundamentales de esta historia. Los estándares de las etnias caninas son una especificación de cómo debería ser un ejemplar ideal de todas ellas, y por consiguiente los criadores intentan impulsar las propiedades que se aproximan a ese ideal y descartar las que se alejan de él. Y esto se hace, lógicamente, cruzando entre sí a los perros más “típicos” y sin tener en cuenta a los menos típicos, que comunmente se quedan sin descendencia del can. Por si esto fuese poco, los concursos premian a los ejemplares que más se aproximan a ese ideal, dándolos a comprender e incrementando su demanda como sementales o hembras de cría. Todo ello se traduce en una potentísima presión selectiva, que generación tras generación “empuja” a los perros hacia ese nivel.
El inconveniente es que ese nivel puede cambiar, y de hecho lo hace: el de hoy nivel del San Bernardo data de 2003, y reemplaza a otro que, a su vez, sustituyó al de 1887. Por si esto fuese poco, la interpretación de esos estándares tampoco fué siempre, ejem, nivel, con épocas en las que se preferían perros de más grande o menor tamaño o de diferente complexión; si tienen curiosidad (y estómago para aguantarlas) vean las películas de la serie “Beethoven” y fíjense el volumen de los perros personajes principales de todas ellas, que van desde el mediano hasta el más bien reducido.
Y sí, he dicho “mediano”.
San Bernardo habitual.
No obstante, hay un aspecto físico en el que la inclinación siempre fué la misma: la cabeza. Desde el inicio se pretendía que fueran “masivas” o “impresionantes”, y eso logró que de a poco se pasase de los cabezas más “normales” que detallan las fotos de etapa a las recientes, con morros más bien más bien cortos y frentes más verticales, formando un ángulo recto entre sí: el llamado “stop“.
Un San Bernardo en una foto de 1871, con una cabeza muy diferente de las recientes. La niña es María Valeria de Habsburgo-Lorena y Wittelsbach, archiduquesa de Austria, aunque con ese nombrecito es comprensible que todo el planeta la llamase con el más breve “Sissi”. Sí, esa Sissi. (Fuente: Wikipedia Commons).
Con todos esos datos ya nos tenemos la posibilidad de llevar a cabo un concepto de la consideración de lo que el Museo de Historia Natural de Berna puso a disposición de los estudiosos Abby G. Drake y Christian P. Klingenberg: nada menos que una recopilación de 47 cráneos de San Bernardos datados entre 1885 y 2001. Los cráneos habían pertenecido a ejemplares de pura raza, inscritos en el Libro de orígenes y que por consiguiente contaban con sus propios pedigríes, oséa, con una información completa sobre sus ascendientes y descendientes. Un material excepcional que dejaba reconstruir los cambios morfológicos expertos por esta raza desde el instante de su definición.
Drake y Klingenberg han publicado sus hallazgos en “The Pace of morphological change: historical transformation of skull shape in St Bernard dogs“, post creado en 2008 por Proceedings of the Royal Society B que puede consultarse en “abierto” en varias fuentes (por ejemplo aquí o aquí).
Así como era de aguardar, el artículo exhibe un progresivo “enderezamiento” de la frente, con un “stop” cada vez más pronunciado, y producido a una agilidad vertiginosa (en términos evolutivos): de acuerdo con los investigadores, las tasa de alteración observada durante esos menos de 120 años
…es comparable a las distancias entre formas medias del cuerpo entre ciudades de peces separadas por ciclos de hasta 4.000 años, o entre divergencias en la forma de los dientes en taxones de mamíferos separados por miles y hasta millones de años.
Estas variantes se encuentran en algunos parámetros (la anchura del morro, por ejemplo) pero no en otros (el tamaño relativo del cráneo), pero lo verdaderamente impresionante, además de su agilidad, es que se han venido produciendo a un ritmo sostenido. Variantes y ritmo reflejados en el vídeo de más arriba, hecho exactamente desde la recopilación de cráneos del Museo. Un material que podría completarse más adelante con la además magnífica recopilación de fotos de San Bernardos históricos que guarda el Museo, y que desgraciadamente no se exhibe hoy en día.
Por eso ya saben: si van a Berna con jovenes pásense por el Museo de Historia Natural, saluden a Barry, y cuando se cansen de llamarlo lleven a los jovenes a la parte de atrás del panel y muéstrenles la evolución en actividad. Merece la pena.